La justicia en el nuevo Poder Judicial

Por: Martín Eduardo Morales Quiroga

El primero de junio del año en curso, México inició un nuevo proceso para seleccionar a los funcionarios que integran el nuevo Poder Judicial; y así, a partir del dos de junio, amanecimos con un nuevo sistema para la impartición de justicia. En este momento no quiero hacer como tal una crítica sobre el mismo, pues al ser algo nuevo, no tendríamos suficientes elementos para saber si funcionará para México, pues es evidente que para sus creadores ya funcionó.

En esos términos, me gustaría hacer nuestra reflexión desde el punto de vista de “la justicia”. Viene del latín iustus, que significa “justo”, y del ius, que significa “ley o derecho”; y en términos generales se ha definido como dar a cada uno lo que le corresponde.

Si la justicia es dar a cada quien lo que le corresponde, tratemos de ver objetivamente si este nuevo sistema de impartición de justicia, desde su origen, da a cada quien lo que le corresponde. Ser juzgador no sólo es una carrera o una especialización como abogado, es vocación de servicio para, en conciencia, equidad y justicia, dar al demandante lo que en derecho le corresponde. Para ello se requiere, además de vocación, instrucción, preparación y evidentemente experiencia.

En los términos en que fue reformada nuestra Constitución Política para modificar el actual Poder Judicial, uno de los tres poderes de la Unión, y el único especializado (por ser el único poder de la Unión que exige tener una profesión, la de abogado, para poder integrarlo), se requiere de juristas o profesionales del derecho con una experiencia en la práctica profesional de cuando menos 5 años para ser Ministro y 3 años para ser Magistrados o Jueces de Distrito; promedio mínimo de 8 en general y 9 en materia afín a la actividad a desarrollar. Mismos que serán electos bajo un proceso de votación directa, libre y secreta, después de agotar un procedimiento establecido por la Constitución, que previo a la votación nos remite a una insaculación (azar) para elegir a quienes estarán en las listas nominales para la votación.

Dicho proceso nos lleva al análisis de que, en este nuevo sistema de impartición de justicia, no se toman en cuenta varios aspectos que comentamos son necesarios para ser juzgador. Resulta evidente que no se evalúa a los mejores candidatos para alguno de los cargos, pues en todo momento, al final del proceso, siempre se estará sujeto al azar. Pero si estudiamos más a fondo, antes de llegar a la insaculación, el proceso de selección de candidatos de igual forma puede dejar fuera a los mejores prospectos, pues más allá de promedios de 8 o 9 de dudosa procedencia, en el citado filtro los seleccionadores pueden escoger a los candidatos de interés y no a los mejores prospectos, pues no queda a su arbitrio dicha selección.

Es aquí donde toma importancia entender el concepto de justicia, pues si desde la selección de candidatos para acceder al cargo de Juez, Magistrado o Ministro no hay certeza clara de postular a los mejores, o en su caso no existe esa vocación de la que hablamos para ser juzgador, entonces desde aquí pensamos que no se da el principio de dar a cada quien lo que corresponde. Y desde esa perspectiva, ¿en verdad este nuevo sistema, con nuevos impartidores de justicia, podrá llevarnos a dar a cada quien lo que en derecho y justicia corresponde?

Es importante señalar que no defendemos al sistema judicial anterior, pues consideramos que no era el mejor. Sin duda era perfectible y tenía muchas áreas de oportunidad, pero cuando menos a los estudiosos del derecho nos daba la tranquilidad de que era un sistema que tenía como estandarte la especialización en la carrera judicial, lo que hace la diferencia en el mundo del deber ser, al tener juzgadores con experiencia, preparación y constante capacitación. Sin importar hasta aquellas personas que pudieron haber obtenido un grado de manera irregular, pero que al haber pertenecido al Poder Judicial por tantos años, fueron capacitados a través de la citada carrera, creándoles esa vocación de juzgador.

Nuestro Poder Judicial es el encargado de velar y proteger nuestros derechos humanos más elementales y fundamentales, como son la vida, la libertad, el trabajo o nuestro patrimonio. Dichos valores no deben ser dejados al azar, pues la suerte no es aliada de los mismos.

Lamentablemente, en este momento ya sólo corresponde a la historia y al pueblo juzgar su eficacia y, en su caso, demandarlo. Pero lo más triste del caso es que, para ello, la gente que los eligió deba sufrir en carne propia la pérdida o extinción de alguno de esos valores, desde la selección de quien ahora juzgará su caso, ya sea por la ignorancia o inexperiencia de quien ellos votaron.

México es un país grande, está dentro de las 20 economías del mundo, y por lo mismo debe contar con un Poder Judicial sólido y eficaz, que dé certeza y seguridad jurídica a todo individuo, sean mexicanos o extranjeros, que decida dejar su vida o su patrimonio en el país, para que tenga la seguridad jurídica de que está en un Estado de Derecho donde se respeta y hace valer la ley para dar a cada quien lo que le corresponde.

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